El Líbano es una república parlamentaria dado que su gobierno reside en el Consejo de Ministros surgido de la coalición mayoritaria del Parlamento, una cámara legislativa de 128 miembros. El Consejo de Ministros ejerce colectivamente el Poder Ejecutivo junto con el Presidente de la República, que simboliza la unidad de la Nación y es el jefe de las Fuerzas Armadas. Dura seis años en el cargo y no tiene posibilidad de reelección.
No es simple entender los objetivos, negociaciones y asociaciones en alianzas que realizan los grupos más influyentes de Líbano. Nos preguntamos quién son, qué quieren para el país de los cedros milenarios, y cómo ejercen el gobierno libanés.
Al politólogo rosarino y vicepresidente segundo del Consejo Nacional de la Juventud de la Unión Cultural Argentino Libanesa - JUCAL, Said Chaya le pedimos que de luz al entramado de acontecimientos que pusieron a Líbano en boca de los medios internacionales.
¿Qué pasa actualmente en el gobierno libanés?
En marzo de 2013 dimitió el gobierno liderado por el primer ministro Najib Miqati y, desde entonces, Líbano ha estado en manos de un grupo de ministros con la renuncia presentada, es decir, con escaso margen de maniobra para implementar nuevas políticas o tomar decisiones de fondo. El Presidente Michel Sleiman encargó a Tamam Salam, un diputado independiente, la formación de un nuevo gobierno, pero el Parlamento no ha sido capaz de acordar una mayoría clara que permita la formación del nuevo gabinete y prácticamente no se ha reunido desde su designación en abril. Esto es muy grave, dado el inestable contexto local y regional en el que el Líbano está inscripto.
¿A qué te referís con “inestable contexto local y regional”?
En Siria hay una guerra civil que comenzó en 2011 y aún continúa. En la misma, el brazo armado del partido político libanés Hezbolá, que integra la coalición “8 de Marzo” (8M), se ha involucrado de lleno, con el apoyo de Irán y en respaldo del presidente Bashar Al-Assad, violando los acuerdos de Baabda de 2012, en los que se comprometían a mantenerse al margen de la problemática regional. Al mismo tiempo, los rebeldes integristas sunnitas, opuestos a Assad, algunos vinculados a Al-Qa’eda y financiados por sectores saudíes, han optado, tristemente, por importar sus métodos desde Siria hacia el Líbano, generando actos terroristas en barrios de la periferia de la capital y fomentando el enfrentamiento entre facciones islámicas en las localidades de Sidón y Trípoli. Paradójicamente, Arabia Saudita, lugar de donde proviene el financiamiento a los grupos terroristas, es cercana a los Estados Unidos y, en el Líbano, marca sus preferencias por la coalición “14 de Marzo” (14M).
Al mismo tiempo, han llegado al Líbano más de un millón de refugiados, contando a los que emigraron privadamente y a los que efectivamente viven con ese estatus en campamentos carentes de todo tipo de comodidad. El Líbano ha recurrido a la ONU en una desesperada búsqueda de financiamiento para poder hacer frente a la manutención de estos refugiados. Todo esto, por supuesto, sin abordar en profundidad la crisis demográfica que implica el ingreso de un millón de refugiados en un país de cuatro millones de habitantes.
¿Que buscan 8 de Marzo y 14 de Marzo?
Sucede que el Parlamento libanés se halla dividido, en rasgos generales, en dos grandes grupos: la coalición 14M, muy vinculada a Occidente y promotora del libre mercado, y la alianza 8M, con un corte discursivo que enfatiza sobre la amenaza que Israel implica para el país y alienta la cercanía con el gobierno del presidente sirio Bashar Al-Assad. Hay, por otro lado, un número importante de diputados independientes, entre los que se destacan los socialistas, quienes, gracias a su número definitorio de bancas, juegan con una u otra coalición según su conveniencia.
El gobierno está, entonces, paralizado, en un contexto muy crítico para la seguridad y el bienestar de los libaneses. ¿Hay alguna salida?
Finalmente, parece asomar una luz al final del túnel. Recientemente el Presidente Sleiman anunció que, de no reunirse el Parlamento para aprobar la formación de un nuevo gobierno, él decretaría uno presidido por Tamam Salam e integrado por perfiles técnicos. Este gabinete sería inválido sin el voto de confianza de la asamblea legislativa, pero hasta su pronunciamiento, reemplazaría al Consejo de Ministros renunciante que presentó su dimisión, recordemos, hace ya nueve meses.
La firme decisión del primer mandatario no es azarosa: a partir del 25 de marzo próximo, el Parlamento debe, conforme lo dicta la Constitución, dar inicio al proceso de elección del nuevo Presidente de la República para el período 2014-20, que debería asumir el 25 de mayo. En caso de no elegirse presidente, la Jefatura del Estado quedaría provisoriamente en manos del Primer Ministro. Esto ya sucedió entre noviembre de 2007 y mayo de 2008, cuando los diputados libaneses no pudieron acordar de manera inmediata un sucesor al entonces Presidente Émile Lahoud.
Ante este panorama, Hezbolá, socio mayoritario de la 8M, está reconsiderando su rol en el conflicto sirio y, al parecer, ha comenzado a retirar los misiles que tenía en ese país. Al mismo tiempo, Irán, su principal apoyo, ha manifestado su interés en la resolución del conflicto de Siria y, por otro lado, se ha mostrado proclive a conversar sobre su producción nuclear. Turquía ha manifestado también su agotamiento y, además, se han comenzado a desarrollar conversaciones entre los rebeldes sirios “laicos” de la Coalición Nacional Siria y el gobierno de Al-Assad. El Movimiento del Futuro, eje de la 14M y tradicionalmente opuesto a integrar un gobierno con Hezbolá, se ha mostrado dispuesto a revisar su postura. Al parecer, se formará un gabinete siguiendo la fórmula 8-8-8: ocho bancas para 8M, otras tantas para 14M y las ocho restantes para los independientes.
A fin de mes arrancarán en Suiza las negociaciones para poner fin a los conflictos en Siria. Sin duda el resultado de estas conversaciones determinará grandemente el devenir próximo de toda la región, incluido el Líbano.
JUCAL Nacional
Prensa Consejo Nacional de JUCAL